EDIMBURGO, 07/06/2010 (ALC, Christian Today)
La acción misionera mundial debe transitar por los caminos de la diversidad, una diversidad que debe apuntar hacia la unidad que se encuentra en Cristo. Es una de las principales ideas que se presentaron en la Conferencia de Edimburgo 2010, celebrada cien años después de la cita que enfocó el esfuerzo evangelístico del siglo XX.
El Consejo Mundial de Iglesias y la Alianza Evangélica Mundial y otras organizaciones, junto a representantes de las principales familias confesionales, avanzaron en el diálogo sobre cómo evangelizar al mundo actual. Un tema general que no pudo separarse del todavía delicado debate ecuménico.
Convocada en la capital escocesa del 2 al 6 de junio, la conferencia estuvo integrada por unos 300 delegados de más de 50 denominaciones cristianas y 60 países.
Buscar juntos la unidad de la acción misionera por diferentes caminos y dentro de la diversidad. El objetivo: «hacer visible que estamos llamados a ser uno». Así vino a resumir Olav Fykse Tveit, secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), su intervención en la inauguración oficial de la Conferencia Edimburgo 2010.
«El mundo necesita discípulos fieles de Jesucristo que lleven siempre la cruz en amor y solidaridad con el mundo por el cual Jesús murió», afirmó, para señalar a continuación la visibilización espiritual y social del discipulado: Cristo nos llama para «ser testigos», «llevar la cruz juntos», «ser buenos vecinos» y ser «pacificadores».
No fue la única voz que reivindicó la necesidad de dar testimonio de Cristo hoy. El secretario general de la Alianza Evangélica Mundial (WEA), Geoff Tunnicliffe, explicó en su conferencia que «no estamos hablando de algún programa vagamente teísta o humanista, sino el testimonio alegre de Jesucristo, la segunda persona de la Trinidad».
Un evangelio que no puede desvincularse en ningún caso de Cristo. «No hay auténtica misión cristiana que no da testimonio de él en palabra y acción y carácter, tanto individual como corporativamente (…) Y no hay auténtica iglesia que no tiene un compromiso apasionado con la misión, lo que refleja el corazón del Padre, Hijo y Espíritu Santo».
Tunnicliffe recordó a los líderes cristianos que no había ningún rincón del mundo donde la misión de la iglesia estuviera completa. Señaló las necesidades de evangelizar a aquellos pueblos aún no alcanzados, pero también miró hacia la vieja Europa, «en desesperada necesidad de re-evangelización».
Las intervenciones concuerdan en señalar la importancia de la misión, aún en un mundo globalizado, en el que no sólo se necesita transmitir una información, sino también hacerlo de una forma visible y tangible.
La acción misionera mundial debe transitar por los caminos de la diversidad, una diversidad que debe apuntar hacia la unidad que se encuentra en Cristo. Es una de las principales ideas que se presentaron en la Conferencia de Edimburgo 2010, celebrada cien años después de la cita que enfocó el esfuerzo evangelístico del siglo XX.
El Consejo Mundial de Iglesias y la Alianza Evangélica Mundial y otras organizaciones, junto a representantes de las principales familias confesionales, avanzaron en el diálogo sobre cómo evangelizar al mundo actual. Un tema general que no pudo separarse del todavía delicado debate ecuménico.
Convocada en la capital escocesa del 2 al 6 de junio, la conferencia estuvo integrada por unos 300 delegados de más de 50 denominaciones cristianas y 60 países.
Buscar juntos la unidad de la acción misionera por diferentes caminos y dentro de la diversidad. El objetivo: «hacer visible que estamos llamados a ser uno». Así vino a resumir Olav Fykse Tveit, secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), su intervención en la inauguración oficial de la Conferencia Edimburgo 2010.
«El mundo necesita discípulos fieles de Jesucristo que lleven siempre la cruz en amor y solidaridad con el mundo por el cual Jesús murió», afirmó, para señalar a continuación la visibilización espiritual y social del discipulado: Cristo nos llama para «ser testigos», «llevar la cruz juntos», «ser buenos vecinos» y ser «pacificadores».
No fue la única voz que reivindicó la necesidad de dar testimonio de Cristo hoy. El secretario general de la Alianza Evangélica Mundial (WEA), Geoff Tunnicliffe, explicó en su conferencia que «no estamos hablando de algún programa vagamente teísta o humanista, sino el testimonio alegre de Jesucristo, la segunda persona de la Trinidad».
Un evangelio que no puede desvincularse en ningún caso de Cristo. «No hay auténtica misión cristiana que no da testimonio de él en palabra y acción y carácter, tanto individual como corporativamente (…) Y no hay auténtica iglesia que no tiene un compromiso apasionado con la misión, lo que refleja el corazón del Padre, Hijo y Espíritu Santo».
Tunnicliffe recordó a los líderes cristianos que no había ningún rincón del mundo donde la misión de la iglesia estuviera completa. Señaló las necesidades de evangelizar a aquellos pueblos aún no alcanzados, pero también miró hacia la vieja Europa, «en desesperada necesidad de re-evangelización».
Las intervenciones concuerdan en señalar la importancia de la misión, aún en un mundo globalizado, en el que no sólo se necesita transmitir una información, sino también hacerlo de una forma visible y tangible.
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