Proceso
Sobreviviente de una dinastía de cinco hermanos que emprendió el éxodo urbano de La Lagunilla hacia la colonia Portales, de fe protestante, de origen humilde y de memoria prodigiosa, María Monsiváis Biadas, a sus 87 años, es el afecto más antiguo y enraizado del escritor Carlos Monsiváis, a quien vio nacer cuando ella tenía 15 años y medio y de quien se despidió en medio de aplausos y miles de condolencias en los funerales del Museo de la Ciudad de México y en el Palacio de Bellas Artes, el 19 y 20 de junio.
Cientos de personas se acercaron a la tía Mary a darle sus condolencias, pero ella recuerda en especial a “una señora del pueblo” que pasó a orarle al féretro y gritó: “Felipe Calderón, a ti no te queremos, queremos a Monsi”.
–¿Le hubiera gustado a Carlos que asistiera el presidente Calderón a su funeral?
–No. El decía siempre: “Soy del pueblo, al pueblo pertenezco” –subraya la tía, entrevistada en su habitación de la colonia Portales, en la misma casa donde convivió por más de seis décadas con Carlos Monsiváis.
La tía también recuerda que se le acercó Andrés Manuel López Obrador y le dijo: “No sabe cómo voy a extrañar a Carlos, porque él me corregía los discursos del Zócalo.”
“Me impactó tanta gente en el funeral. Yo estaba hasta confundida. El domingo se me acercó un señor. Se sentó a mi lado. Creía que era Marcelo Ebrard y le comencé a platicar como si fuera él. Luego me dijo que era Lujambio”, rememora la tía Mary, con un dejo de sonrisa pícara.
Antes de la entrevista con Proceso, la tía recibió una carta de condolencias de Cuauhtémoc Cárdenas. Se disculpó por no haber ido al funeral. Estaba fuera del país.
Hermana de Esther Monsiváis, La Máster, como le llamaban sus sobrinos a la madre de Carlos Monsiváis, la tía Mary recuerda que desde su nacimiento el escritor fue el hijo, el sobrino y el nieto consentido en una familia gobernada por su madre “con carácter enérgico, pero de muy buenos sentimientos”:
“Carlos nació junto al templo, en la calle de Rosales. Nosotros vivíamos en la calle de Isabel La Católica. Cuando Carlos tenía tres años, nos cambiamos un tiempo a la colonia Álamos y poco después a San Simón Ticomán, en la colonia Portales”, rememora.
Monsiváis relató así, en la primera página de su autobiografía precoz, aquel éxodo urbano:
“Un carromato polvoso, una familia apiñada que entretiene la odisea cantando himnos, pruebas del cielo bajo la forma de agentes de tránsito y al final Canaán-Portales, la tierra prometida donde los hijos crecerán en paz, sin el espectro del hambre y la intolerancia.”
–¿Usted cuidó a Carlos en su infancia?
–Sí. Yo lo llevé al kínder en la calle Quintana Roo y a jugar en el Parque Hundido. Era un niño muy tranquilo. No sabía leer, pero ya le gustaba agarrar los libros y hojearlos.
–¿Recuerda cuál fue su primer libro?
–Su madre le compró El tesoro de la juventud apenas aprendió a leer. Luego leyó muchos textos religiosos. De adolescente, en el templo, hacían concursos de citas bíblicas. En medio minuto, Carlos encontraba la cita bíblica. Ganaba todos los concursos, hasta que el pastor le pidió a su madre que ya no concursara para que dejara ganar a otros.
–¿Doña Esther también tenía buena memoria?
–Tenía memoria fotográfica. Le recitaba siempre el poema de “Por mi madre, bohemios”, que a él le gustaba mucho.
–¿De qué vivían?
–Ella fue secretaria. Trabajó desde muy joven, ella era el pilar de la casa. Tuvo primero un estanquillo de hilos, velas, camisetas, sobre la calzada de Tlalpan. Y acabó poniendo en la accesoria de esta casa una tienda de regalos.
–¿Era de puros dieces?
–De 10 y de nueve.
–¿Dónde aprendió el gusto por el idioma inglés?
–El inglés lo aprendió con una maestra particular. Él iba eventualmente. Estuvo ahí durante varios años, pero tuvo un amigo, Luis Prieto, que estuvo con él en Gran Bretaña, con él practicaba mucho el inglés.
–Teniendo una infancia tan religiosa, ¿cuándo dejó de ir, Carlos, al templo?
–A los 18 años. Yo le pregunté: “¿Carlos por qué ya no vas al templo?”. Y me respondía: “Tía, ya sé muy bien lo que enseñan”. Después me enteré que sí iba al templo, pero cuando nadie lo veía.
La tía Mary está cansada. Confiesa que no ha dejado de pensar en él y en sus conversaciones.
“Él platicaba mucho conmigo. Era muy bromista. La última broma que me hizo fue antes de que ingresara al hospital. Dijo: ‘Mi tía está afligida porque no tiene vestido negro para ir a mi funeral’.”
Cientos de personas se acercaron a la tía Mary a darle sus condolencias, pero ella recuerda en especial a “una señora del pueblo” que pasó a orarle al féretro y gritó: “Felipe Calderón, a ti no te queremos, queremos a Monsi”.
–¿Le hubiera gustado a Carlos que asistiera el presidente Calderón a su funeral?
–No. El decía siempre: “Soy del pueblo, al pueblo pertenezco” –subraya la tía, entrevistada en su habitación de la colonia Portales, en la misma casa donde convivió por más de seis décadas con Carlos Monsiváis.
La tía también recuerda que se le acercó Andrés Manuel López Obrador y le dijo: “No sabe cómo voy a extrañar a Carlos, porque él me corregía los discursos del Zócalo.”
“Me impactó tanta gente en el funeral. Yo estaba hasta confundida. El domingo se me acercó un señor. Se sentó a mi lado. Creía que era Marcelo Ebrard y le comencé a platicar como si fuera él. Luego me dijo que era Lujambio”, rememora la tía Mary, con un dejo de sonrisa pícara.
Antes de la entrevista con Proceso, la tía recibió una carta de condolencias de Cuauhtémoc Cárdenas. Se disculpó por no haber ido al funeral. Estaba fuera del país.
Hermana de Esther Monsiváis, La Máster, como le llamaban sus sobrinos a la madre de Carlos Monsiváis, la tía Mary recuerda que desde su nacimiento el escritor fue el hijo, el sobrino y el nieto consentido en una familia gobernada por su madre “con carácter enérgico, pero de muy buenos sentimientos”:
“Carlos nació junto al templo, en la calle de Rosales. Nosotros vivíamos en la calle de Isabel La Católica. Cuando Carlos tenía tres años, nos cambiamos un tiempo a la colonia Álamos y poco después a San Simón Ticomán, en la colonia Portales”, rememora.
Monsiváis relató así, en la primera página de su autobiografía precoz, aquel éxodo urbano:
“Un carromato polvoso, una familia apiñada que entretiene la odisea cantando himnos, pruebas del cielo bajo la forma de agentes de tránsito y al final Canaán-Portales, la tierra prometida donde los hijos crecerán en paz, sin el espectro del hambre y la intolerancia.”
–¿Usted cuidó a Carlos en su infancia?
–Sí. Yo lo llevé al kínder en la calle Quintana Roo y a jugar en el Parque Hundido. Era un niño muy tranquilo. No sabía leer, pero ya le gustaba agarrar los libros y hojearlos.
–¿Recuerda cuál fue su primer libro?
–Su madre le compró El tesoro de la juventud apenas aprendió a leer. Luego leyó muchos textos religiosos. De adolescente, en el templo, hacían concursos de citas bíblicas. En medio minuto, Carlos encontraba la cita bíblica. Ganaba todos los concursos, hasta que el pastor le pidió a su madre que ya no concursara para que dejara ganar a otros.
–¿Doña Esther también tenía buena memoria?
–Tenía memoria fotográfica. Le recitaba siempre el poema de “Por mi madre, bohemios”, que a él le gustaba mucho.
–¿De qué vivían?
–Ella fue secretaria. Trabajó desde muy joven, ella era el pilar de la casa. Tuvo primero un estanquillo de hilos, velas, camisetas, sobre la calzada de Tlalpan. Y acabó poniendo en la accesoria de esta casa una tienda de regalos.
–¿Era de puros dieces?
–De 10 y de nueve.
–¿Dónde aprendió el gusto por el idioma inglés?
–El inglés lo aprendió con una maestra particular. Él iba eventualmente. Estuvo ahí durante varios años, pero tuvo un amigo, Luis Prieto, que estuvo con él en Gran Bretaña, con él practicaba mucho el inglés.
–Teniendo una infancia tan religiosa, ¿cuándo dejó de ir, Carlos, al templo?
–A los 18 años. Yo le pregunté: “¿Carlos por qué ya no vas al templo?”. Y me respondía: “Tía, ya sé muy bien lo que enseñan”. Después me enteré que sí iba al templo, pero cuando nadie lo veía.
La tía Mary está cansada. Confiesa que no ha dejado de pensar en él y en sus conversaciones.
“Él platicaba mucho conmigo. Era muy bromista. La última broma que me hizo fue antes de que ingresara al hospital. Dijo: ‘Mi tía está afligida porque no tiene vestido negro para ir a mi funeral’.”
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EDITOR: Seguimos en nuestra investigación del porqué "Monsi", se alejó de Portales.
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