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El gobernador de Tokio, Shintaro Ishihara, causó el desagrado de varios sectores de la población al declarar que el terremoto de 9 grados en la escala de Richter que destruyó la costa noreste del país fue un “castigo divino” para “lavar el egoísmo” de los japoneses.
“La identidad del pueblo japonés se caracteriza por el egoísmo, estaría bien hacer buen uso de este tsunami para lavarlo y estoy convencido de que el cataclismo fue un castigo del cielo”, manifestó el gobernador, cuyas palabras fueron rápidamente condenadas por las autoridades.
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